viernes, 2 de octubre de 2020

Relatos preventa «Los ecos de la mente»

 AVISO

  • En esta sección, voy a compartir con vosotros los relatos escritos con motivo de la preventa de Los ecos de la mente. No están todos, pero vais a tener casi treinta muestras (dos a la semana) de agradecimiento a algunos de esos lectores que han confiado en mi tercer trabajo.
  • Al tratarse de tramas escogidas, en su mayoría, por el lector al que va dirigido, puede haber casos de desapego o historias que no atrapen al resto.
  • Aquí tenemos relatos de (máximo) mil palabras, por lo que no siempre es posible crear una historia que cree un vínculo completo con el lector. Habrá relatos que colmen vuestras expectativas, y otros que no.
  • Como decimos, lo que tenéis delante son relatos personalizados, y por ello puede haber algún tipo de detalles (nombres o comentarios sueltos) que no todo lector entienda. No os preocupéis. El lector a quien va dirigido sí lo hará.
  • Falta algún relato que por motivos de privacidad (ya sea por parte del lector, o por la de mis futuras obras) no será incluido.

        Espero que disfrutéis de su lectura. 😊

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Ficha técnica: novelas Fernando Llordén Brota


Título de la obra
: La deshonra de Mazzola.

Género: Thriller contemporáneo.

Páginas: 292.

SinopsisLa vida en Florencia transcurre con total normalidad para Nora Laguzzi, una joven de veinticuatro años que acude a casa de su pareja. Sin embargo, una puerta entreabierta le indica que algo no va bien. Al subir las escaleras, su corazón se desboca viendo el cuerpo de Darío en el suelo, inerte y con un reguero de sangre como muestra de un certero asesinato. 

Nora se encuentra confusa, y no consigue salir de su congoja hasta que una sirena de policía la saca de un golpe. Decide huir de Florencia, sabiendo que la policía la inculparía sin dudar. Tiene que investigar por su cuenta, saber quién ha asesinado a Darío, y para ello deberá desenredar la historia que hay detrás su muerte. Nora Laguzzi tiene que buscar su justicia.

Otros dicen:

«La trama de la novela me ha encantado ya que te engancha desde la primera página. Me ha gustado la parte que narra la historia de amor entre Nora y Darío.»

Las lecturas de Araceli.

«En resumen: un libro muy bien descrito, ambientado y documentado, con multitud de temas de interés subyaciendo al acecho detrás de cada línea, ideal para los amantes de la novela negra con sorpresa y las historias que ni son lo que parecen ni parecen lo que son...»

Reseña en Amazon.

«La obra me impresionó muchísimo durante su lectura, pero, con el tiempo, decidí volver a leerla porque no me podía creer que después de un año siguiera tan viva en mi memoria y quise cerciorarme de no haberla subido a un pedestal a causa de la sorpresa. Ya os digo que no fue el caso.»

Reseña en Goodreads.


*****



Título de la obra
: De postre, venganza

Género: Novela negra histórica

Páginas: 352.

SinopsisEl siglo XX se presenta como una época de cambios para la sociedad que lo vive. El desarrollo industrial, los avances en las infraestructuras y la evolución de una sociedad que -sobre el papel- ha abolido la esclavitud es cosa del pasado para Jared Norwood, quien deambula por sus últimos días de vida entre las rejas de la prisión de Northampton.

Pero él también tiene sus propios cambios. La muerte por ahorcamiento ha sido sustituida y la nueva pena -la silla eléctrica- se va a implantar, siendo él uno de los primeros en sufrirla. Los días transcurren sin más esperanza que la de que terminen cuanto antes, pero cuando a Jared se le presenta una mínima oportunidad, la exprime para iniciar una nueva vida. 

Nuestro protagonista deberá desentrañar qué se esconde tras el asesinato de su mujer. Habrá amor, habrá odio. Habrá amistad, habrá violencia. Embárcate con él en un thriller histórico de superación y renovación, donde te mezclarás con una sociedad cambiante tras la guerra civil estadounidense. Narrada con una escritura cruda que te sumerge dentro de la historia, ahora puedes descubrir una novela de la que no te arrepentirás.

Otros dicen:


«Al terminar de leer la última página y tras saber como se resuelve esta emocionante historia, la piel se me erizó como pocas veces al concluir una obra. De postre, venganza es un libro de esos que atrapan desde las primeras líneas. ¡Y así lo fue realmente! Estoy sorprendido de lo que me ha hecho sentir esta novela. Desde la más profunda desesperanza y angustia, pasando por el odio más puro, venganza y rencor hasta sentir lo bonito del amor cuando deja caer sus primeras gotas de ilusión.»

Mikigai blog.

«En conclusión, De postre, venganza es un muy buen libro con una buenísima historia, de la mano de un autor increíble. Sí, puede parecer exagerado, pero os aseguro que si le dais la oportunidad, no os arrepentiréis.»

Blog Con un marcapáginas.

«Lo que más me ha gustado de este libro es la crudeza con la que muestra lo peor del ser humano, como demuestra que nuestras decisiones nos dejan huella de por vida, sea para bien o para mal. Además tiene una historia muy elaborada, con unos protagonista muy bien definidos y caracterizados así como los personajes secundarios que también ha conseguido darles muy buena implicación.»

Reseña en Amazon.

«Por mi experiencia lectora, lo que más dificultad comprende a un escritor es hacer una buena ambientación y Fernando Llordén lo consigue perfectamente. Su investigación y documentación de la época queda perfectamente refleja tanto en las ciudades, como en el carácter de los personajes. Además, como decíamos, la novela fluye perfectamente gracias a unos diálogos pensados y medidos, y a unos personajes con los que nos identificamos porque son humanos, y como tal, con lo bueno y con lo malo actúan. Lo recomiendo, sí y mucho. No hay mejor plato que el postre.»

Blog El libro en el bolsillo.


*****



Título de la obra
: Los ecos de la mente

Género: Thriller futurista

Páginas: 200.

SinopsisLa científica sueca Sigrid Ingersson presenta por todo lo alto el resultado de toda una vida de investigaciones. El MindRemover, un artefacto que es capaz de transferir la inteligencia de un ser humano hacia otro, como si de una transacción bancaria se tratase. Su invención pretende dar un vuelco a la sociedad, utilizándola como un nuevo medio de pago para las necesidades críticas estipuladas por su Tratado Universal.

Elisa Puga, la inspectora al cargo de las investigaciones sobre el afamado invento, se encuentra con una serie de cadáveres relacionados con el MindRemover. El camino de rosas que le habían prometido ha resultado estar plagado de espinas, y ahora debe resolver una ristra de asesinatos que se amontonan sobre su mesa de trabajo.

Con la Ciudad Condal como tablero de juego, las fichas dispuestas desafiarán el ingenio y el empeño de unas Fuerzas de Seguridad venidas a menos. Una situación que pasa inadvertida para el grueso de la humanidad, y que amenaza con convertirse en el paso previo a una sociedad apocalíptica.

Otros dicen:

Novela de reciente publicación.

Fernando Llordén Brota

Esto debería ser una entrada en la que os hablase largo y tendido sobre mis obras. Y sí, hablaré de ellas, pero no quiero que se convierta en una biografía literaria, de manera que quiero intentar que me conozcáis un poco más por dentro. Intereses y ese tipo de cosas que nos unen. El resto ya lo tenéis en las demás entradas

Voy a hacerlo con una especie de juego, una serie de preguntas que os indiquen por dónde van mis gustos tanto en lectura, escritura y demás. En cualquier momento cambiaré las respuestas, ya que muchas de ellas dependen del momento de mi vida o del mismo cambio en cuanto a gustos que todos experimentamos, de manera que os recomiendo que estéis atentos.


1. Género literario favorito: novela negra > novela histórica > fantasía.

2. Autores favoritos (cambiante): Juan Gómez-Jurado, G.G. Velasco, Julia Navarro.

3. Novelas favoritas (cambiante): La leyenda del ladrón, Dögunljósey, El guerrero a la sombra del cerezo.

4. Director de cine: Tarantino.

5. Película (cambiante): Interstellar.

6. Actor (cambiante): Tom Hardy.

7. Actriz: Scarlett Johansson.

8. Serie: Dexter.

9. Grupo musical: Muse.

10. Afición: VIAJAR.



Todas las respuestas anteriores han tenido una gran importancia en mi trayectoria a la hora de formarme como escritor. Sus libros, películas, personajes o actuaciones me han ido moldeando, eligiendo un camino por mí en cuanto a gustos. Y yo he intentado plasmar esos gustos en forma de páginas. Esta es una pequeña forma de homenajear la influencia que lo audiovisual y la literatura han tenido sobre mí. Si añadimos a este cóctel la guinda de la pasión por viajar, removemos, y aparezco yo.

Cuando publiqué La deshonra de Mazzola, que fue mi primera novela, e incluso De postre, venganza, se podían contar con los dedos de las manos los lectores (ajenos a mi círculo cercano) que se interesaban por mis libros. Por suerte, las redes sociales y, en concreto, las buenas opiniones que mis escritos han tenido, han hecho que ese círculo se expanda, hasta el punto de querer confeccionar esta entrada.

Ahora mismo cuento con tres hijos hechos de páginas y letras, y uno de carne y hueso. Familia numerosa, y al menos en el primero de los casos, en expansión.

Quiero agradeceros a los que confiáis en mí todo el apoyo que me brindáis (en especial Erika, Hache), y deciros que, sin vosotros, hace tiempo que habría despertado de este sueño.



martes, 22 de septiembre de 2020

Reseña: Los esclavos perdidos


Título de la obra
: Los esclavos perdidos

Autor: José Rodríguez-Trillo

Género: Terror

Páginas: 508

Enlace de compra: papel (17,67€), digital (0,99€)

Sinopsis: Baltimore, Maryland, 1849.

Un hombre es encontrado vagando entre fuertes delirios y retorcidas pesadillas. En su lecho de muerte habla de unos manuscritos arrojados al mar y de una aterradora verdad oculta…

El cadáver es identificado con el nombre de Edgar Allan Poe.

España. En la actualidad.

El famoso escritor de novelas de terror, William Wilbruck, ha desaparecido. No se encuentra su cuerpo y nadie pide rescate. En el momento de su desaparición tiene en su poder un objeto de valor incalculable…un libro que no existe.

Unos días más tarde, la última persona que pudo verlo con vida aparece asesinada frente a la Catedral de la Almudena junto a una lúgubre inscripción que hace referencia a un demonio antiguo…

La esposa de William, Andrea, desesperada y sin saber qué hacer, pide ayuda a la única persona en el mundo que puede dársela aunque eso signifique volver a abrir la caja azul de los recuerdos que encierra las heridas de un pasado lleno de dolor.

Cuando Dan Rey abre los ojos y comprueba que su viejo compañero y amigo de la infancia, el inspector Sanzt, se abre paso entre la resaca para mostrarle la carta, sabe que una vez más el destino ha movido sus hilos y él va a volver a bailar a su antojo.

“Una canción más, cabrón”.

Se trata del amor de su vida, la mujer que le había partido el corazón.

“Lógico”

Siempre se ha tratado de ella.

Ahora, él, una vieja gloria en su décimo año de retiro, es su única esperanza.

“Puta ironía”

Dan había cometido muchas estupideces en su vida, pero embarcarse en aquel caso para encontrar al hombre por el que su primer y único amor le había abandonado, estaba a punto de ser la más peligrosa y aterradora de todas…


He conseguido sacar un pequeño hueco entre firma y firma para escribir esta reseña, del último libro que ha pasado por mis manos. Hacía tiempo que quería leer a José Rodríguez-Trillo, y le coloqué después de Stephen King, no sin cierta intención. El resultado ha sido una de esas lecturas que no te suelta hasta que consigues terminar con su última página.

Para empezar, una pequeña anotación. Los esclavos perdidos no es un libro que se ande con medias tintas. Se trata de una novela de terror, MUY explícita en algunos puntos de la misma. Yo no tengo ningún problema, y aun así, en determinadas escenas, se me han removido las tripas, así que coincidiremos que no es una novela apta para todos los estómagos. Este es un aspecto que puede disuadir a algunos lectores, pero que, sin duda, habla en favor de la novela para quien guste de este tipo de lectura.

A pesar de lo dicho en el último párrafo, el amor es uno de los ejes sobre los que gira la trama. La historia de amor entre Dan Rey y su primer —y único— amor, Andrea —ahora— Wilbruck copa el centro de la historia. Del amor y el desamor, del engaño y desengaño, del ahora sí y ahora no. Del vivir o morir. De todo eso y de mucho más trata Los esclavos perdidos.

El otro punto cardinal de la novela es Edgar Allan Poe. Su vida y su muerte, y todo el misticismo demoníaco que le siguió en los últimos años de su vida. Nos internaremos en sus escrituras, analizaremos sus manuscritos y viajaremos hasta el mismísimo infierno, en la sempiterna lucha entre el bien y el mal.

Los giros de guion serán claves e inesperados, y los personajes que parecen planos pero que no lo son. Y es que los personajes son otro de los puntos fuertes en este libro. El grupo de amigos que sobrevivió a una tragedia en el colegio y que se reencuentra, años después. Cada uno ha tomado su camino, sus propias decisiones, que les han llevado a confeccionar personalidades de lo más variadas.

Tenemos antagonistas, sí señor. Tenemos a la mismísima representación del diablo sobre La Tierra, que perseguirá a nuestros protagonistas a lo largo y ancho del planeta. 

Pero también tenemos EL PERSONAJE. Esta novela tiene suficientes motivos para ser leída por sí sola, pero es cierto que la presencia de Dan Rey le otorga ese extra, ese plus que siempre se necesita para que el trabajo sea redondo. El expolicía se nos presenta como un héroe contemporáneo, de carne y hueso, con sus luces y sus sombras. En efecto, una sombra de lo que fue, pero una sombra alargada, y capaz de cualquier cosa por amor.

En definitiva, en Los esclavos perdidos tenéis una novela oscura y misteriosa, en la que no tendrás las piezas necesarias para resolverla hasta la última página. Si este tipo de novela es la tuya, no pierdas el tiempo y léela.

lunes, 24 de agosto de 2020

Reseña: Misery

Título de la obra: Misery
Autor: Stephen King
Género: Terror psicológico.
Páginas: 320
Sinopsis: Misery es un relato obsesivo que sólo podía escribir Stephen King. Un escritor sufre un grave accidente y recobra el conocimiento en una apartada casa en la que vive una misteriosa mujer, corpulenta y de extraño carácter. Se trata de una antigua enfermera, involucrada en varias muertes misteriosas ocurridas en diversos hospitales. Esta mujer es capaz de los mayores horrores, y el escritor, con las piernas rotas y entre terribles dolores, tiene que luchar por su vida.


No podía dejar que terminase agosto con solo una entrada en el blog, y le damos carpetazo al mes que —a su vez— le da carpetazo al verano con la reseña de la novela que, al fin, me ha hecho disfrutar con mayúsculas a Stephen King.
Vamos con Misery.

Vamos a comenzar cronológicamente. He leído tres de sus obras. Mi primera incursión en el mundo de Stephen King fue con El misterio de Salem's Lot, una novela que me causó una impresión bastante buena. No sobresaliente, pero tratándose de la segunda novela del autor, me dejó una sensación bastante dulce.

Unos meses después, le llegó el momento a uno de sus libros fetiche, como es el casi de It (eso). Después de toda una infancia viendo la carátula del VHS acumulando polvo en el salón de casa de mis padres, después de años y años guardándole un profundo respeto a ese payaso, me atreví con la versión literaria, en la que tenía depositadas unas altas expectativas. Quizás fue ese el problema, que yo esperaba mucho. Es una novela muy encumbrada por sus fans, y ocurre mucho que, cuando la sombra de la fama se alarga tanto, el contenido real se diluye en determinados casos. No digo en ningún momento que sea una mala obra, pero 1.400 páginas de un libro que no te gusta se hacen largas. Tuvo tramos positivos, especialmente el inicio de la novela, pero no me gustó la resolución de la historia, y me parece que la mitad de la obra se podría haber evitado.

Han pasado unos cuantos años desde que It pasó por mis manos, y no sé cuál ha sido el motivo de, en cierto modo, evitar leerle. Tal vez se haya debido a no querer caer en más desengaños. Hay muchas de sus obras que quiero leer, como El pasillo de la muerte (La milla verde), El resplandor o tantas otras. También era el caso de Misery, que nos toca el terreno de la escritura. Después de varias gracias entre Armonía Hache y un servidor, le llegó el momento.

Misery nos introduce en la vida de Paul Sheldon, un escritor de éxito que sufre un accidente y es rescatado por Annie Wilkes, su admiradora número uno. Dicho así, no suena peligroso. El problema viene cuando esa admiradora no es una cualquiera. Annie retiene a Sheldon, gravemente herido, y utiliza sus recursos como antigua enfermera para drogarle y amortiguar el dolor del escritor. Paul es autor de la serie Misery, la que más fortuna y éxito le ha entregado, y la que en menos estima tiene él. Una serie que él ya ha cerrado, pero es un fin con el que su anfitriona no está conforme.

Hasta ahí puedo contar. No hay spoiler alguno, puesto que 1. Hablamos de una novela de 1987, 2. Lo que he narrado no es más que la superficie de la novela, y 3. Es casi más famosa la adaptación cinematográfica, de las más aclamadas, que la propia novela.

Misery es una novela de gran mérito por varias razones.
A quienes escribimos, nos toca un poco la fibra. Hay pensamientos y sentimientos de Pauls Sheldon que dan en el clavo, afirmaciones de esas en las que no caes hasta que las lees, y crea un cierto sentimiento de debate interno en nuestro propio ser que me ha parecido muy interesante.
Como me comentó Claudio Cerdán ayer mismo por Twitter, es imposible hacer más con tan pocos personajes (y emplazamientos, añadí yo). Hablamos de una novela en la que hay dos personajes principales y, a lo sumo, tres o cuatro MUY secundarios, que aparecen en uno o dos capítulos (de los más de cien) de la novela. Es un manuscrito que no se alarga en ningún momento, no se hace pesado y fluye por sí solo, y es algo digno de mencionar con tan pocos recursos.
La evolución de Paul Sheldon. Conocemos a un escritor aturdido en sus primeros episodios. Vemos cómo pasa de la sorpresa a la ansiedad, enfurecimiento, negación, sumisión. Descubrimos cuándo se quiere pasar de listo, cuando plantea estrategias. Le acompañamos cuando avanza, le vemos caer y sumirse en un pozo de tristeza. En definitiva, Sheldon viaja por una gran paleta de sentimientos, por un arco iris de sensaciones provocadas por una persona desequilibrada y capaz de cualquier cosa.
El personaje de Annie Wilkes es maravilloso (ya estoy deseando ver la película). Una mujer de la que nada se sabe, y la propia historia se encarga de ir desgranándote detalles que parecen simples, pero que te lo dicen todo. El conocer su pasado, y el saber cómo ha llegado hasta ese punto, es una de las claves de la novela.

No me quiero extender más, ya sabéis que me gustan las reseñas concisas en la mayoría de los casos. Solo quiero volver a mencionar que, después del batacazo que representó para mí It, Misery ha significado el renacer de Stephen King, y no tardaré en volver a leerle.

lunes, 3 de agosto de 2020

Relato: El surco de una lágrima


El día estaba mudando en rarezas. Una jornada que se presentaba como cualquier otra, con un guion prefijado y sin más sorpresas que un nubarrón que ponía en entredicho el veredicto meteorológico, había ido plagándose de sutiles detalles extraños que, aun dejándolos atrás después de unos minutos, quedaban agazapados en un pequeño rincón de su consciencia, aguardando el momento ideal para unirse al resto de piezas del rompecabezas.
«Primero fue el gato.»
Lorena vivía en Aínsa, una pintoresca localidad oscense a la que se había retirado cuando su cabeza no dio para más. El ajetreo de la ciudad, las idas y venidas, las prisas, el estar todo el día mirando el reloj. «No era para mí.» Decidió cambiar su vida de manera radical. Solicitó una excedencia en el hospital y estudió en tiempo récord aquello que tanto le había llamado la atención desde pequeña. De ser una médico reputada en su círculo laboral, se marchó al otro lado de la ecuación, para enfrentarse con los casos infructuosos de su anterior oficio. El caso es que, desde entonces, la paz interior que emergía desde lo más hondo de su alma merecía cualquiera de los sacrificios que había hecho.
«Lorena, el gato», se recordó.
Esa misma mañana, cuando abandonaba el pueblo, le invadió la congoja al ver el pequeño cuerpo de un gato tendido, aplastado sobre el asfalto aragonés. Por común que sea, a ella se le formaba un nudo en el corazón con cada episodio como aquel. Trató de esquivarlo, pero como se encontraba en el centro de la calzada, lo hizo dejando que el pequeño animal quedase entre las ruedas del coche. El problema surgió cuando, a escasos metros de alcanzarlo, el felino abrió los ojos de manera abrupta, alzando incluso la cabeza. El susto fue tal que Lorena giró el volante con brusquedad, provocando que los neumáticos chirriasen en su intento de esquivar al gato.
Detuvo el vehículo unos metros más adelante, y cuando se apeó del mismo, observó las estelas negruzcas que las ruedas habían dejado sobre el asfalto. El olor a goma quemada y a alquitrán recalentado ascendieron hasta adentrarse en sus cavidades olfativas, y Lorena, con el corazón galopando en el interior de su pecho, avanzó de forma cautelosa hacia el animal, que permanecía tumbado de espaldas a ella. A medida que progresaba, distinguió los detalles atigrados en un pelaje envejecido, ensuciado por la intemperie y la crueldad de no tener un techo bajo el que dormir. Las manchas rojizas, casi marrones, evidenciaban que, una vez descartada la muerte, el felino estaba herido de gravedad. Sin embargo, cuando le rodeó y colocó su mirada frente a la ajena, la vida no formaba parte de aquel organismo.
«¿Acaba de morir ahora? ¿Lo he matado yo del susto? O ¿acaso me lo estoy imaginando todo?»
Para confirmar sus sospechas, Lorena zarandeó de forma suave el torso del gato, cuya reacción, pese a ser esperada, no llegó. Se apreciaban varias heridas en su pequeño cuerpo, e incluso una de ellas, abierta, mostraba un aspecto ciertamente sombrío. Su juicio le decía que aquella era la que había propiciado la defunción.
Confusa, pero sobre todo abatida, decidió marcharse, dejando en el aire aquel episodio desagradable. Susurró una dulce despedida hacia el desdichado, y le dedicó una última mirada cargada de compasión.

Entonces fue cuando abrió los ojos.
Dos esferas perfectas, circunferencias doradas con sendas rendijas negras, pupilas rasgadas que clamaban una explicación. Desorientado, el animal había vuelto a la vida, si es que esta le había abandonado en algún momento. Juzgó a Lorena durante un instante y se incorporó. Arqueó el cuerpo en señal de defensa, y el bufido agresivo que le envió sirvió como medio para mostrar su repulsa. El animal terminó huyendo, despavorido, renqueante a causa de las heridas que mudaban su pelaje.
El resto del trayecto resultó ciertamente incómodo. La música sonaba, pero las melodías centrifugadas de Los cuarenta principales le sonaban todavía más artificiales que de costumbre, y quedaron relegadas a un tercer plano. Masticó los kilómetros con desidia hacia la primera de sus dos paradas, y le pareció que la escena había conseguido también apagar los vivos colores de la naturaleza. Las hojas de los árboles fueron menos verdes; el azul del cielo se desvaneció, y el fulguroso amarillo del sol que había sustituido las nubes anteriores se mitigó como si se diluyera en el firmamento. Lorena no conseguía desviar el incidente de su cabeza, y alcanzó el hospital de Barbastro con el ánimo revuelto.
Se serenó de manera inconsciente cuando los detalles cotidianos emergieron en el momento de su acceso al ala donde Jorge permanecía ingresado. El traqueteo de la máquina de café, el sabor amargo de su espresso, los saludos anónimos del personal sanitario. Ya se había acostumbrado a las sonrisas compasivas de los trabajadores, transformando el sentimiento desde una insistente molestia hacia un lejano agradecimiento. Eran los seres humanos que velaban por su hermano y, con pena o sin ella, en la dulzura que les dedicaban no había lugar para la maldad.
Las palabras amortiguadas y los chirridos plastificados que los zuecos de goma producían en las baldosas de mármol se desvanecieron cuando Lorena cerró la puerta tras de sí. El ambiente era gélido, como siempre; el silencio, inquebrantable, como de costumbre, y se condenó a sí misma al sentir cierta paz en la seguridad de lo corriente. Sí, su alma se tranquilizó al comprobar que Jorge permanecía encamado y entubado, con una serena respiración como único signo vital.
Colgó el bolso del perchero y se arrellanó en el sillón destinado a los acompañantes, que velaba en permanente contacto con la cama del paciente. Agarró y acarició su mano, como hacía cada mañana bien temprano. Los quehaceres propios de la vida adulta imposibilitaban que Lorena le visitase en otro horario, y sonrió de forma melancólica al cerciorarse de que, nuevamente, el ajetreo de su existencia le impedía concentrarse en lo que quería. La intensidad de esa opresión había cedido unos pocos centímetros, y se consoló al decirse que se trataba de algo temporal.
La danza de los pájaros sobre el cielo a través del ventanal fue todo cuanto ocurrió en los veinte minutos que tenía dedicados a Jorge, y lo cierto es que esa quietud consiguió armonizarla de alguna forma. Se sintió renovada, y con fuerzas suficientes como para afrontar el resto del día. Contempló el último vuelo de los gorriones, ajenos a lo que fuera que ocupaba a los humanos, decenas de metros por debajo de ellos. Dos mundos paralelos, dos ecosistemas que respiraban el mismo aire y compartían el mismo lugar, pero cada uno con sus propias reglas.
Lorena ocupaba sus pensamientos en ese tipo de sandeces hasta que observó a un pequeño pájaro que se distanciaba de su bandada. Viró bruscamente el vuelo y se dirigió hacia la ventana, retando a su destino y surcando el cielo, encaminando su diminuta mirada hacia ella, hasta golpear con una violencia grotesca contra el cristal. El impacto sordo provocó que se irguiese, completamente horrorizada, observando cómo las plumas se dispersaban al otro lado del vidrio. Sin tiempo para reponerse, sintió que la presión en la mano de Jorge se incrementaba, primero un poco, después más, hasta que se vio obligada a soltarle por la amenaza de un dolor real.
De repente, se dio lugar a lo último que hubiera esperado que ocurriese en aquella habitación.
Jorge comenzó a murmurar, en sueños.

—Es [...]dad.
»[...]portunidad.
»Es mi opor[...].
»¡Es mi oportunidad!

Lorena salió corriendo de la habitación, en busca de una enfermera, un celador, un médico, alguien que pudiera ayudarla. Lo último que vio fue el torso de Jorge, incorporándose con un movimiento fatigado. No sabía cuánto de lo que había presenciado pertenecía a la realidad, cuánto a la ficción, y cuánto a un delirio con el que su propia imaginación se hubiese burlado de ella. Únicamente sabía que no era capaz de enfrentarse a ello sin ayuda. A unos pocos metros encontró a la enfermera que solía atenderla. No recordaba su nombre, aunque sí que era un clásico de la nomenclatura española: Carmen, María, Laura... Algo así. Lo mismo le daba en aquel momento. La mujer se encontraba con los antebrazos apoyados en la barra de recepción de la planta, compartiendo bromas con su compañera del otro lado.

—Perdone... —suplicó con un hilo de voz, y mayor paciencia de la que requería la situación— ¡Perdone!
—Sí, dime, cielo —respondió la mujer al comprobar la expresión de Lorena.
—¡Mi hermano! Ha despertado, está hablando.
—¡Eso es genial! Celia, avisa al doctor Báguena, que vaya corriendo a la ciento tres.

Carmen, María o Laura corrió con una agilidad inesperada hacia la habitación de Jorge, y Lorena, todavía aturdida, la siguió con zancadas aceleradas. Recorrieron los apenas cuarenta metros que les separaban del paciente, y por el lienzo de su cabeza, una vez relegado el miedo, se dibujó la posibilidad de que su hermano pudiera retomar la vida que tuvo, y ella con él. Volver a descubrir aquella sonrisa tierna que le dedicaba, aquel gesto fraternal que les unía, a pesar de todas las discusiones propias de su parentesco. El gesto embobado que se debió formar en su rostro se ensombreció al ver la expresión que le dirigía la enfermera, y se diluyó por completo cuando esta decidió hablar.

—¿Te parece bonito?
—¿Cómo? —preguntó Lorena cuando la alcanzó.
—No sé qué gracia le ves a bromear con este tipo de cosas.

Se asomó a través del marco de la puerta, y contempló la figura inerte de Jorge, tal y como le había encontrado a su llegada.
La cama, sin una sola arruga.
El cristal impoluto, sin una sola pluma de gorrión.

—Pero... ¡yo lo he visto! El pájaro... mi hermano...
—Déjalo, niña. Déjalo.

Las lágrimas afloraron en los ojos de Lorena cuando se quedó a solas en la habitación. Cayó de rodillas, impotente ante la engañifa a la que sus ojos la habían sometido. La montaña rusa de emociones a la que se había enfrentado en unas pocas horas representaba el mayor boicot que su propia mente le podía haber propuesto.
Parecía todo tan real.
Sin siquiera despedirse, deshizo el camino recorrido para volver a introducir su organismo autómata en el vehículo. Sus ojos vagaron sin rumbo, abandonados a un limbo de pensamientos que carecían por completo de sentido. Permaneció unos minutos en el aparcamiento, aferrando el volante con una fuerza innecesaria. Sopesó la posibilidad de marcharse a casa, de dar por finalizada una jornada que había alzado la amargura por bandera.
Denegó, cabeceando hacia ambos lados. La obligación perseveró, una vez más, y Lorena no se iba a rendir a la primera de cambio. Esta vez no. Las agujas artificiales de su reloj digital le indicaron que llegaba tarde, y decenas de personas serían las perjudicadas por semejante contratiempo. Decidió dejarse de plañidos y viajar hasta el lugar en el que en realidad se sentía viva.
Aparcó el coche sin mayores alardes y se internó en las instalaciones. Saludó de manera escueta, contradiciendo lo habitual, y después de dejar las pertenencias en su taquilla, accedió a la sala que representaba su segundo hogar desde un año atrás. El único lugar en el que disfrutaba creando una especie de arte, dando un final digno a las personas que lo requerían. Desenrolló la funda en la que permanecían los pinceles y echó un vistazo a la paleta de colores que aguardaba, paciente, a la oportunidad de crear una nueva vida.
Cuando decidió arrojar su anterior vida a la basura para afrontar una nueva, muchos la tildaron de loca. Pero recordaría de por vida la expresión de asombro, con un extra de decepción, de su madre cuando le dijo que iba a realizar el curso de tanatoestética.

—¿Vas a pasar de salvar vidas a pintarle la cara a los muertos? —le reprochó sin un ápice de empatía.
—Esos muertos tienen familiares que los quieren ver tal y como eran —explicó ella, gastando sus últimas reservas de paciencia—. Esos muertos se merecen la oportunidad de despedirse de nosotros con dignidad.
—Si quieres tirar todo lo que has hecho en casi cuarenta años por la borda, hazlo.
—Gracias por la comprensión, mamá.

Habían transcurrido meses sin que Lorena cruzase más de dos frases con su madre. El orgullo de ambas lo impedía, y solo intercambiaron un par de telefonazos para discutir acerca de las visitas a Jorge.
Decidió dejar a un lado a la mujer que la trajo al mundo, y concentrarse en lo que la esperaba. Lo primero que vio, como con cada caso, fueron los pies descalzos. Le gustaba imaginarse cómo sería esa persona solo con ver los dedos desnudos desde la lejanía. Parecían de mujer. Avanzó con celeridad, puesto que contaba con menos tiempo de habitual, y se sorprendió al observar el rostro del cadáver: era un perfil muy semejante al suyo.
Mujer, que rondaría la cuarentena, debía medir alrededor de un metro setenta centímetros, y coqueteaba con los cincuenta kilos. Su nombre, tal y como había leído en el informe, era Lidia. Aun con a la defunción, se dijo que era bella, y es que los rasgos dulces y redondeados permanecían vigentes a pesar de la rigidez cadavérica. No tendría mucho trabajo con ella, puesto que no se apreciaban marcas que cubrir y el tono de piel era cercano al habitual. Le inquietó profundamente qué le habría ocurrido a esa mujer. Contempló su rostro, y en las comisuras de los ojos parecía intuirse el surco de unas viejas lágrimas. No pudo evitar que los suyos se humedecieran también. El pelo, con un tinte rubio bien enmascarado, al igual que el propio, quedaba diseminado alrededor de su cabeza, repartido de forma equitativa en lo que se asemejaba a un aura angelical. Lorena solía dedicar unos minutos de observación con cada nuevo caso, en los que trataba de conocer, más bien fantasear, de forma silenciosa a quien debería entregar sus cuidados.
Escogió la base más suave de cuantas tenía a su disposición, y comenzó a rellenar el lienzo que tenía ante sí. La clave de la tanatoestética reside en transformar la muerte en vida, en naturalizar el apagado de un cuerpo, en evocar lo que esa persona fue. Una vez conseguido esto, las pinceladas finales solían correr a cargo de la familia, dando así el toque personal al difunto.
Lorena se enzarzó en un ir y venir de correctores, pinceles y polvos. Se concentró de tal manera que el resto de la sala dejó de existir. Ese instante representaba la calma absoluta para ella. Le recordaba a los episodios más trascendentales de una operación, en su anterior vida, solo que en casos como este no cabía la posibilidad de perder al sujeto. Se sorprendió a sí misma sacando la lengua en un gesto esforzado, un acto de concentración por encima de lo habitual. Solamente quedaba la suave sombra de ojos que la madre de la fallecida le había sugerido.
Concluyó con el izquierdo, pero se detuvo cuando iba a hacer lo propio con el derecho.
El globo ocular se movió por debajo del párpado.
Lorena abrió la boca, inmóvil ante lo que acababa de ver.
Lidia, por su parte, abrió los ojos.
El pincel cayó al suelo, y el discreto tintineo contra el mármol paso inadvertido para ambas.
Retrocedió, aterrorizada, y aumentó la velocidad cuando su acompañante alzó la cabeza, incorporándose, tal y como había hecho Jorge, un par de horas atrás.
Lorena continuó replegándose sin dar la espalda, a tal velocidad que alcanzó el otro extremo de la sala. Olvidó el extintor que aguardaba en aquella esquina, y golpeó su cabeza con él. Cayó al suelo, aturdida, y no pudo hacer nada al ver cómo aquella mole de metal caía sobre sí, engulléndola en una nube de tormento.
Apenas fue consciente, sumergida en el océano del desfallecimiento, de que el cadáver se había alzado, caminando en línea recta hacia ella.

*****

Cuando sus ojos se abrieron con esfuerzo, Lorena observó una cortina rosácea que cubría su vista. Trató de moverse, pero le fue imposible. Sus labios se abrieron para articular una queja, una sutil réplica, y sin embargo, no fue capaz de conseguir que el sonido abandonase la boca. El dolor de la cabeza se había amortiguado, y era apenas un recuerdo de lo ocurrido en el pasado.

—Ah, ¡ya estás conmigo!
Se trataba de Lidia. El cadáver lucía un aspecto espléndido, resplandecía alrededor de la estancia, y nadie hubiera dicho que unos minutos atrás había yacido sobre el frío metal que ahora la sostenía a ella.
»Voy a tener el detalle de contarte lo que ha ocurrido. ¿Quieres? —Trató de asentir aunque, nuevamente, fue incapaz. Creyó intuir que las lágrimas se asomaban al precipicio de sus ojos, y recordó cuando había observado esa misma expresión en los de Lidia.— No te esfuerces, es inútil. Bien, pues nadie lo sabe, pero hay un breve lapso, una vez cada cierto tiempo, en el que un alma perdida tiene la oportunidad de volver al circo de la vida. No tiene por qué ser un fallecido, aunque habitualmente lo es. Se tienen que dar varias circunstancias con las que no te voy a entretener; lo importante es que todas ellas se cumplido hoy, así que me he intercambiado por ti. No sabes lo agradecida que te estoy...

Lorena quiso abrir los ojos, chillar, pedir auxilio. Golpear, matar, lo que fuera necesario con tal de volver al punto exacto en el que aquella misma mañana había amanecido. No obstante, observó con impotencia como Lidia hacía su propio trabajo, cubriendo con una base demasiado oscura su rostro, y sombreando con un tono demasiado llamativo sus párpados.
Fue entonces cuando percibió el surco de una lágrima bajo sus ojos.

jueves, 30 de julio de 2020

Los ecos de la mente ¡en preventa!


Vamos quemando etapas, como un ciclista que ya intuye la meta en el horizonte.

Los ecos de la mente ya está en el horno, cociéndose a la temperatura adecuada para que llegue a nuestras manos en las mejores condiciones. Estoy emocionado con este lanzamiento, puesto que representa la primera ocasión en la que me siento acompañado en el viaje de una de mis creaciones al ver la luz. Recuerdo la salida de La deshonra de Mazzola y De postre, venganza. No era conocido (tampoco es que lo sea mucho ahora), y sus lecturas han ido surgiendo con el boca a boca de los pocos que apostasteis por mí desde el principio. Hoy, en vísperas de que mi tercera novela salga a la calle, me siento agradecido, me siento colmado. Y por eso, he querido volcar este sentimiento con una pequeña iniciativa que la gente de Twitter ya conocerá:


  • Quien compre Los ecos de la mente durante su preventa (+ una foto con el libro cuando lo reciba), tendrá un relato personalizado escrito por mí. Tú solo tendrás que decirme el género o la premisa principal, o lo que se te antoje. Máximo, mil palabras por relato.
  • Por parte de la editorial, la preventa incluye el envío gratuito + el ejemplar firmado.

Como penúltimo punto del día, os quiero compartir la sinopsis:


Barcelona, año 2046. La científica sueca Sigrid Ingersson presenta por todo lo alto el resultado de toda una vida de investigaciones. El MindRemover, un artefacto que es capaz de transferir la inteligencia de un ser humano hacia otro, como si de una transacción bancaria se tratase. Su invención pretende dar un vuelco a la sociedad, utilizándola como un nuevo medio de pago para las necesidades críticas estipuladas por su Tratado Universal.
Elisa Puga, la inspectora al cargo de las investigaciones sobre el afamado invento, se encuentra con una serie de cadáveres relacionados con el MindRemover. El camino de rosas que le habían prometido ha resultado estar plagado de espinas, y ahora debe resolver una ristra de asesinatos que se amontonan sobre su mesa de trabajo.
Con la Ciudad Condal como tablero de juego, las fichas dispuestas desafiarán el ingenio y el empeño de unas Fuerzas de Seguridad venidas a menos. Una situación que pasa inadvertida para el grueso de la humanidad, y que amenaza con convertirse en el paso previo a una sociedad apocalíptica.


Voy a cerrar esta breve entrada recordándoos que mañana viernes, 31 de julio y a las 18:30, tenemos la presentación de la novela en Instagram (@llordenbrota), dirigida por mi querida Armonía Hache.