lunes, 21 de agosto de 2017

Infancia 2.0

Querido Juan Gómez-Jurado: eres un flink.

Quizás no sea la mejor manera de comenzar una reseña (o tal vez sí), pero te puedo asegurar que me ha salido de dentro. Al fin y al cabo, no es la primera reseña (2) que hago sobre novelas tuyas, así que creo tener la confianza suficiente como para algo así.

Vamos a centrarnos en lo que nos ocupa el día de hoy, comenzando con un alarde de sinceridad que puede (o no) chocar a quien lea estas líneas: nunca he sido un gran apasionado de los niños. Hay muchos que no me caen bien a simple vista, y otros confirman ese sentimiento con el trato cercano. La literatura infantil, sin embargo... tampoco. Soy más de novelas adultas, con muerte, sangre y sexo de por medio. Entonces, os preguntaréis, ¿qué haces leyendo y reseñando una novela explícitamente infantil?

La respuesta a esa pregunta necesita un retroceso de miles de páginas en mi carrera como lector. Cuando abrí por primera vez las páginas de La leyenda del ladrón, quedé enganchado a la narrativa del autor que hoy reseñamos. Tiempo después, ocurrió lo mismo con Espía de Dios, El Paciente y Cicatriz. Queda pendiente, para más adelante, hacerme con El emblema del traidor y Contrato con Dios, pero suelo intercalar géneros entre mis lecturas, y el tiempo es cada vez más escaso. A lo que vamos: después de devorar gran parte de sus novelas, el salto de Juan Gómez-Jurado hacia el público más complicado me hizo ver la oportunidad de un cambio de tercio, una lectura diferente que me alejase de la muerte y sangre que antes mencionaba. Con tres ejemplares en mis manos, volví a casa y comencé a pasar sus páginas.

La lectura de Alex Colt: cadete espacial es tal y como se espera: fluida, amena y divertida. No le faltan toques dramáticos que te hacen empatizar con el protagonista de la historia, pero principalmente es una novela para reírte y aislarte del exterior. Ideal para crear nuevos lectores que el día de mañana sostengan los cimientos de una literatura cada vez más necesitada de devotos. Es una novela infantil, sí, pero como el propio autor señala, adecuada para niños de entre 9 y 99 años. Las ilustraciones de Fran Ferriz están implementadas en el punto de la trama en el que te encuentras, son nítidas y le dan forma a la imagen que se había formado en tu mente con la descripción anterior.

Vamos con la trama. Después de un primer tercio del tomo cuyo propósito es configurar el marco del argumento, caminamos (y corremos, volamos) de la mano de Alex Colt para conocer a sus nuevos amigos, pero también a sus enemigos más enconados y demás personajes de reparto que, quizás, no lo sean tanto. Da gusto leer una historia en la que no todo lo que parece, es, y más en una novela dirigida al público infantil.

Se puede apreciar sin mucho esfuerzo el gran trabajo que hay detrás de la apariencia inocente de una novela infantil de poco más de trescientas páginas. Las grandes diferencias entre el ser humano y todas las especies intergalácticas con las que Alex Colt se encuentra, los ciclos, las descripciones superficiales sobre cuestiones astronómicas como los agujeros de gusano... Juan ha creado todo un universo paralelo en el que, lo inventado es lógico, pero no todo es inventado.

Compré tres ejemplares de Alex Colt: cadete espacial (uno de ellos, compra prematura para mi hijo de cuatro meses), y me alegro de no tener más hijos o sobrinos, porque en ese caso me dejaría un buen pico en hacerme con más. Si quieres que tu hij@ comience a apreciar la lectura desde la infancia, esta es la novela perfecta.

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