lunes, 23 de noviembre de 2020

Estrella Vega

           Día 1

Malai estaba asustada. Sentada en la tierra húmeda, abrazaba sus piernas en posición de indefensión. En ocasiones, se atrevía a asomar de forma tímida sus ojos, que intentaban, en vano, distinguir alguna figura diferente a la de sus compañeras. La oscuridad era total, y solamente se escuchaba el murmullo del agua corriendo de un lado a otro, y algún grito histérico de sus amigas. La entrenadora trataba de calmarlas con palabras suaves cargadas de un sosiego que ni ella misma se creía. Habían quedado atrapadas en aquella cueva angosta que Malai nunca había tenido intención de visitar.

*****

El equipo de fútbol femenino había desaparecido. Esa era la primera conclusión a la que se había llegado. Nadie sabía en qué lugar, hasta que los servicios de rescate fueron informados de la excursión programada para visitar la cueva Tham Luang. El diluvio ocasionado por el monzón dificultaba una pronta salvación, incluso aunque la ubicación fuese halagüeña, pero es que la cueva podría haber sepultado a las chicas en caso de que allí se encontrasen. El equipo de socorro halló las bicicleras de las niñas apostadas en la entrada de la gruta, certificando los peores temores.

Día 4

Tenía hambre. Toneladas de hambre. Tanta que el rugido de sus tripas, por ensordecedor, se había convertido en mudo. Los llantos aislados del resto de niñas pasaban inadvertidos y la entrenadora, abatida, esgrimía cada vez menos y peores motivos para tratar de levantarles el ánimo. Horas de silencio se combinaban con episodios de sollozos aunados, como si de una manada de lobos se tratase. Habían comprobado que todo intento de escape por su propia cuenta era en vano, e incluso podría provocar desprendimientos que las terminasen de sentenciar.

La gran pregunta que debían hacerse era: «¿hay alguien buscándonos?»

*****

       Jason llevaba meses sin ser llamado para una operación de importancia. Él había entrenado para ser el mejor en lo suyo, y realmente creía haber alcanzado tal nivel, pero la cotidianeidad de su trabajo le exasperaba. Reía con sarcasmo al reconocer que para que ese aburrimiento finalizase, debía producirse un trágico accidente, y tal contradicción le hacía calmarse. Pero no mucho.

El teléfono sonó. Debía viajar a Tailandia. ESA, y no otra, era la misión por la que él se formó como buzo de salvación. Con preocupación por tal empresa, pero con una sonrisa boba formándosele en los labios, Jason empaquetó lo justo y necesario para realizar un viaje de doce horas.

Día 10

El grupo que creía conocer la debilidad supo lo equivocado que había estado cuando transcurrieron diez días sin más alimento que el que, por fortuna divina, llevaban consigo en el momento de la excursión. Malai agradeció haber cargado más de la cuenta, aunque tuviera que compartir con las compañeras que no habían sido tan previsoras. El nivel de agua seguía descendiendo, pero por mucho que se secase la cueva, las piezas desprendidas por la Madre Naturaleza no volverían a su lugar original. No había salida.

La pobre Kulap parecía haber enfermado. La fiebre, la más inseparable de sus compañeras, y copaba el centro de la atención de la entrenadora. El ánimo era desolador, y varias de ellas, Malai incluida, daban por sentado que su destino no era otro que la muerte. ¿Qué estarían haciendo sus padres? ¿Removerían cielo y tierra para dar con ella? ¿O, por el contrario, coincidirían en el fatídico final que le aguardaba a la vuelta de la esquina?

El único aspecto positivo de semejante viaje al infierno era que, debido a la falta de vigor, sus sueños intranquilos eran más asiduos, quemando con mayor rapidez las etapas hasta el punto y final de su vida.

El delirio de Malai era tal que, incluso, creyó escuchar una voz lejana que acudía en su ayuda.

*****

—¡Las tenemos! —aulló Jason, eufórico— ¡Las hemos encontrado!

La confusión reinaba en el grupo de chicas. El éxtasis era absoluto, pero debían mostrarse comedidos. Haberlas encontrado no era lo mismo que haberlas rescatado. Los niveles de agua generados por el monzón eran inmensos, y no existía un modo fácil de extraerlas sin asumir determinados riesgos. Las salidas estaban inundadas.

Jason trató de explicárselo, desde la distancia, y comprobó en primera persona cómo el rostro confuso se convertía en jubiloso con la noticia del rescate, para después volver a la desilusión cuando fueron informadas de que, con toda probabilidad, tardarían días en poder salir de la cueva.

Día 16

Al menos, estaban alimentadas.

Malai siempre se había considerado una niña paciente, comprensiva y que empatizaba con quien tenía frente a sí, pero no alcanzaba a comprender cómo era posible que tanta gente trabajase para rescatarlas y que casi se hubiera cumplido una semana sin que lo consiguieran.

La comida propiciaba que el ánimo fuera mucho más positivo que en días anteriores, por supuesto. La persona que estaba en permanente contacto con ellas se había atrevido a deslizar que ese mismo día podría ser en el que algunas de ellas abandonasen el infierno de Tham Luang. El brillo en los ojos de las chicas, solo de pensar en volver a abrazar a sus familias, iluminó aquella angosta cueva.

*****

El circo estaba montado. Centenares de reporteros aguardaban a una distancia moderada, expectantes por el momento del rescate. Jason ignoraba hasta qué punto era sabido que la urgencia por llevarlo a cabo se debía a la llegada de otro inminente monzón. De no recuperar a las chicas a tiempo, la catástrofe podría arrastrar al grupo a una tragedia sin salvación alguna.

Trece buzos se internaron en la cueva, para trece chicas que debían salvar. De las condiciones que se encontrasen dependería el tiempo y la dificultad para su salvación. Eran cuatro los kilómetros de recorrido hasta alcanzar a las niñas. Cada buzo guiaría a su acompañante con el único objetivo de poner fin a una aventura que nadie querría haber vivido.

 

 

NOTA: este relato está inspirado en la historia real vivida por un equipo de fútbol juvenil en Tailandia. El único dato ficticio es el género de los chicos, modificado por petición* de la persona a quien va dirigido el relato, así como el nombre del buzo británico.

Los chicos fueron rescatados entre los días 16 y 18 desde que el grupo quedó atrapado.

*Petición de que la protagonista del relato fuera una niña.

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