lunes, 24 de julio de 2017

Nuevo 'Gellidista' para el club

Aprovechando los pocos huecos de los que he dispuesto en las semanas posteriores a la presentación de mi primera novela, La deshonra de Mazzola, he podido terminar de leer una trilogía que me tenía en vilo desde mucho tiempo atrás. César Pérez Gellida, autor que nos ocupa hoy, es un escritor que no llama la atención a primera vista. Buscas su perfil en Twitter y pasa escasamente los siete mil seguidores, cuando hay celebridades en las redes sociales sin mérito alguno que cuentan con cientos de miles de followers. Sin embargo, algo que percibí antes incluso de iniciar la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne es que los seguidores de Gellida no son valiosos por su número, sino por su calidad. Para ilustrar lo que digo, y entre otros ejemplos, se han hecho camisetas con la frase más característica de Ramiro Sancho (el inspector al frente del caso en esta trilogía). Lectores enfervorizados que aúpan su prosa hasta el escalón más elevado. Y no es para menos.

Una forma de clasificar las novelas es por el tiempo que tardan en seducir al lector: hay algunas que necesitan que se recorra una buena porción de sus páginas para atraparlo; también son muchos los casos en los que, aun habiendo sobrepasado la mitad del tomo, la prosa no termina de encandilar a quien lo sostiene. Y por supuesto, como me ocurrió con Memento Mori (la primera novela de la trilogía que hoy vamos a desmenuzar), el mejor escenario que podemos encontrar es el de una novela que te impide dejar de pasar páginas desde el minuto cero. Podemos afirmar que la escritura de Gellida es trepidante, plagada de enrevesados giros de timón y con un riqueza inabarcable en su vocabulario, que no duda en utilizar para diseccionar cada escena y servírsela al punto a su lector.

Como usuario fanático de la novela negra, hacía meses, incluso años, que no topaba con una (tres) que me colmase al momento de comenzar a leerla. Los personajes que nos vamos a encontrar en Memento Mori, Dies Irae y Consumatum est, en su gran mayoría, gozan de un carisma con el que identificarse. Desde Ramiro Sancho, Armando Lopategui o Augusto Ledesma, encontramos un marco en el que no hay personajes blancos ni negros, sino que todos ocupan su lugar en la escala de grises. Gellida mezcla en una coctelera (como el inspector en la novela) todos los ingredientes de estos personajes, para que el bueno no sea un personaje idealizado, y para que podamos llegar a sentir cierta empatía incluso con un asesino en serie. Todo esto me parece fundamental para que la trama gane en realismo.

Voy a dejar de andarme por las ramas y a tratar de contextualizar la primera trilogía de César Pérez Gellida. En este largo viaje que el autor nos invita a recorrer, vamos a trasladarnos desde Valladolid, donde todo comienza, hasta Trieste, Belgrado, distintas localizaciones de Alemania, Islandia o Londres, y seguro que me dejo algún lugar. Si hay algo que realmente me ha impresionado de esta experiencia es, sin duda, el perfecto trabajo de documentación que César ha hecho antes de comenzar a escribir. Se adentra sin miedo en todos los rincones, todas las dudas que el lector pueda albergar durante la novela, desde aspectos policiales, conflictos políticos, terminología médica... Todo lo que se nombra en las novelas es descrito con la precisión de un cirujano, y no solo no esquiva ninguna temática, sino que las acomete para dejar claros los amplios conocimientos adquiridos en su fase de documentación.

Antes de dar carpetazo a esta reseña tengo que dedicar un párrafo al apartado musical, fundamental en latrilogía. Como rockero que soy, es una maravilla encontrarte a mitad de novela con la letra de alguna de tus canciones favoritas. El gran elenco musical abarca desde Muse, Smashing Pumpkins o Radiohead hasta el predilecto Bunbury, quien ocupa el trono musical. Me veo obligado a recomendar su escucha por el gusto exquisito que ha demostrado a la hora de seleccionar los temas.

No puedo añadir mucho más sin desvelar parte de la trama, por lo que prefiero no añadir nada más. En mi planning de lectura, toca desconectar de la novela negra para paladear el sabor que me ha dejado Consumatum est. Mis próximas paradas son Alex Colt, cadete espacial de Juan Gómez-Jurado y la saga de Geralt de Rivia, de Andrzej Sapkowski. Después de eso, volveré a Gellida. Mi única duda es si empezar con la segunda trilogía de novela negra contemporánea Refranes, canciones y rastros de sangre (en la que repiten varios personajes) o si cambiar de tercio y adentrarme en el futuro no tan lejano con Khimera. Espero que él mismo me pueda aconsejar.



No hay comentarios: