viernes, 9 de octubre de 2020

Pascual

             Maldito rifle.

Pascual  mascullaba oraciones, renegaba de sus decisiones atrevidas, alocadas. El viaje a EEUU le iba a salir caro, ya lo creía. Peter, su colega de la infancia, le había convencido para semejante tontería con la frase que siempre funcionaba:

—No hay huevos.

Y ahí estaba Pascual, cruzando el charco de camino a Washington.

Recapitulemos. La pareja de amigos, separados por miles de kilómetros de océano pero unidos en un espíritu aventurero y (¿por qué no decirlo?) falto de oxígeno en la toma de decisiones, había estado indagando en internet durante semanas. Se sumergieron, uno desde España, y el otro desde Estados Unidos, en la red más profunda y oculta al ciudadano medio. Pascual se ganaba la vida llevando la correspondencia a la ciudadanía, pero le había cogido el gustillo a investigar las leyendas más bizarras que ofrecían los foros conspirativos.

Después de una conversación por WhatsApp a altas horas de la madrugada, se produjo la dichosa frase. El mismo reto de siempre. Él no sabía callarse ante un «no hay huevos». Toda la noche viajando, de página en página, por foros, vídeos, intentando saber qué había de cierto en la leyenda de que el fusil que mató a Kennedy estaba expuesto en Washington, en una residencia para veteranos de guerra. Como si de un arma decorativa se tratase.

Entre «no puede ser», «vamos a por él» y la maldita sentencia final transcurrieron solo veinte minutos. Una leve muesca en el arma parecía otorgar cierta autenticidad a la leyenda, y la oportunidad estaba presente, puesto que Pascual había iniciado sus vacaciones ese mismo día.

De vuelta al presente, volvió a maldecir. Volvió a sonreír. Era cierto, ese era el rifle que mató a Kennedy, y lo tenía en sus manos. ¿Cómo eran capaces de dejarlo ahí, a merced de cualquier loco que se atreviese a robarlo?

El caso es que las sirenas de policía sonaron, y pese a la risa histérica que el temor le provocaba, Pascual se encontraba en territorio extranjero, cargando con un arma única y con la ley siguiendo sus pasos.

Peter le hizo señas desde la siguiente esquina. Corrió hacia él, creyéndose Pierce Brosnan en las películas de James Bond que tanto le gustaban. Se metió tanto en el papel, que lo mezcló con el espíritu hollywoodiense, sintiéndose el protagonista de una de sus películas preferidas.

Al cruzar la acera, se vio sorprendido por un policía algo pasado de peso. Corrió, puesto que la forma física de uno y otro distaba mucho de estar pareja, pero cuando escuchó en un perfecto inglés la amenaza de ser disparado, se giró y fue él mismo quien apretó el gatillo del Carcano M91/38[1] que quitó la vida a John Fitgerald Kennedy.

El agente quedó tendido en el suelo. ¡Había acertado! En lugar de preocuparse por quitarle la vida a un ser humano, Pascual estaba dando saltos de alegría por su puntería con el arma.

            —¿Lo has visto, Peter? ¡Soy John McClane[2]!

—Ambos amigos se rieron, como si se tratara de la partida de un videojuego.

La carrera se vio apresurada ante el acoso de los refuerzos. El helicóptero sonaba en todo lo alto, y los gritos se sucedían desde todas las esquinas. Reporteros de televisión que buscaban su titular.

Pascual escuchó la orden del que debía ser el jefe, parapetado tras uno de los coches patrulla. Iban a disparar.

Vio cómo el proyectil salía desde una de las armas reglamentarias, y aunque debía haber recorrido la distancia hasta su cabeza en centésimas de segundo, observó la bala acercándose a él con lentitud. Trató de moverse, quería esquivarla, pero estaba paralizado. Iba a morir.

—Pascual… ¡Pascual! Venga, despierta, que tenemos que ir a trabajar —la voz de Mari Carmen, su mujer, sonaba insistente—. Te has vuelto a quedar dormido. ¿Qué decías de un tal John McClane?


[1] Según la investigación llevada a cabo por la Comisión Warren, Lee Harvey Oswald, presunto autor de los disparos, habría usado un fusil de cerrojo Carcano M91/38 de fabricación italiana, con mira telescópica. Para haber podido realizar dichos disparos con tanta certeza, el asesino tendría que haber tenido experiencia como francotirador.

[2] John McClane es un personaje de ficción al que da vida el actor Bruce Willis en la saga Die Hard (Jungla de cristal), donde es el protagonista. Según la revista Empire es el número doce en la lista de los cien mejores personajes de película.

No hay comentarios: