martes, 7 de julio de 2015

Crímenes exquisitos: una novela de contrastes

Retomamos la lectura, varios meses aparcada, con una novela a la que tenía ganas de hincar el diente desde mucho tiempo atrás. En absolutamente todas las reseñas que leía sobre ella la ponían por las nubes, hablando de su gran trama y de cómo te engancha desde la primera página hasta su punto final.

Si hubiéramos de encasillarla en algún género, claramente estaríamos hablando de novela negra, policíaca. Su historia transcurre entre La Coruña y Londres, y la Policía Nacional será quien se hará cargo de desentrañar los sucesos. Especialmente relevante es el papel desempeñado por Valentina Negro, quien dará cara al CNP en este aspecto.



La historia es, sin dudar un momento siquiera, sublime. No deja de sorprenderte en ningún momento, y sus constantes y bruscos giros están perfectamente hilados y discurridos. Su amplia extensión para una novela de estas características (800 páginas) no debe echarnos atrás, pues su lectura es ágil y puedes perder con facilidad la noción del tiempo.

Profundizamos un poco más, diciendo que en ella nos encontramos con un asesino en serie que adereza sus crímenes recreando cuadros famosos o escenas de novelas y películas. A raíz de esto lo llaman El Artista, y se inicia una persecución en la que no voy a adentrarme más para no desvelar nada, simplemente mencionaré que el argumento se va ampliando y abarca multitud de personajes (bastante lineales todos ellos, a excepción de un par) y de subtramas que acaban por entrelazarse llegando a un final que ha colmado mis expectativas.

Peeeeero (siempre hay un pero) si el título de esta entrada es "una novela de contrastes" debe ser por algo. En este caso el problema no está presente durante toda la extensión del manuscrito, sino que aparece episódicamente. Y no es, en ningún caso, un fallo clamoroso que te haga tirar la novela al suelo, pero a mí, personalmente, me ha disgustado en varios tramos del relato.

Estoy hablando del lenguaje utilizado. No lo esperaba, la verdad. La novela combina párrafos y páginas exquisitas (a juego con su título), en los que la escritura es fluida, sin ser demasiado rebuscada pero lo suficiente para admirar el lenguaje empleado, con otros tramos en los que las descripciones están formadas por un cúmulo de adjetivos que no concuerdan con lo que se está reseñando, o utilizando palabras demasiado enrevesadas para el personaje que habla en el momento. Además, hay algunos términos demasiado repetidos a lo largo de la novela, como por ejemplo mecenas en referencia a uno de los personajes, performance en alusión a la puesta en escena de los asesinatos, y muchas otras palabras o expresiones que se suceden una y otra vez, haciendo ligeramente tediosa su lectura.

A todo ello hay que añadir el caso en que las descripciones están formadas única y exclusivamente por marcas de ropa, perfume o calzado, ya sea Chanel, Armani, Carolina Herrera, etc. Todo esto, imagino, está bien meditado para mostrar y demostrar la opulencia de los personajes, pero se me antoja excesivo e innecesario.

No pretendo ser ningún erudito en cuanto a novelas, pero todo lo mencionado anteriormente ha empeorado cuantiosamente mi opinión sobre ella. Pese a todo, me ha gustado y mucho, pero me ha frustrado el hecho de que una historia tan bien perfilada tenga algunos errores (a mi juicio) o repeticiones que emborronen lo que podía haber sido una novela legendaria. Aun así, estoy totalmente dispuesto a leer su segunda parte (Martyrium), en la que tengo puestas muchas esperanzas.