miércoles, 2 de abril de 2014

En la piel de Sangmi

Seguimos poniéndonos al día. Sesión de lectura. Hoy mismo he acabado una novela, desconocida inicialmente para mí, pero cuya crítica me hizo dar el paso de leerla. Se titula Las orquídeas rojas de Shangai, y trata sobre la invasión japonesa de Corea, China y gran parte del continente asiático antes y durante la Segunda Guerra Mundial.

Es de obligación señalar que es una historia basada en hechos reales, extraída del testimonio de una "mujer de consuelo" de la época, una coreana que fue raptada por el ejército japonés para ser una prostituta forzosa. La autora narra las idas y venidas de la protagonista, el momento del rapto, las violaciones y vejaciones, la pérdida de seres queridos, y todo el sufrimiento de esta mujer a lo largo de años de secuestro. Juliette Morillot, que así se llama la autora, trata todas estas situaciones con una crudeza extrema, que añade un extra de realidad a una novela que no deja indiferente.

¿Algún pero? Sí. Para mi gusto, es una novela demasiado narrativa, exenta de diálogo alguno, y esto hace que el ritmo sea demasiado lento a veces. La verdad es que estás en todo momento dentro de la historia, pero el avance es cansino, y la historia se hace pesada en ocasiones.

Pero se consigue sobrellevar, y el tramo final de la historia es impecable, coincidiendo con el final de la Segunda Guerra Mundial, las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, y los posteriores años de Sangmi, la recomposición de su vida y años finales.

La verdad es que mi opinión de la novela ha variado mucho una vez leída la parte final, tanto que al principio no tenía pensado escribir esta reseña. Pero esas últimas páginas, esos últimos capítulos, combinando el brote de unos profundos sentimientos con unos acontecimientos históricos vitales en la historia de la humanidad, ha dejado su sello en mi corazón de lector.

Luces y sombras con Scorpions

Hay momentos en la vida que se esperan con especial expectación. Dentro del mundo del rock, un concierto de Scorpions es uno de esos momentos. Y el hecho de que la cita sea en su gira de despedida lo dota todo de un aura más culminante, más especial, más única.

Pero todo esto no hace que la velada vaya a ser perfecta. Todo debe estar cuidado con el mayor esmero y hasta el más mínimo de los detalles, y una banda que lleva en la carretera más de cuarenta años debe saber hacerlo a la perfección. ¿O no?

¿El escenario? El Palacio Vistalegre. Primer error. Yo no había vivido ningún concierto ahí, y la verdad es que me vienen a la cabeza muchos lugares mejores para hacerlo. No hay un lugar determinado para hacer cola, y esto hace que los fans tengan que amontonarse a lo largo de las calles cercanas, interrumpiendo el tráfico de una ciudad como Madrid, que ya de por sí no goza de fluidez. La cola, hasta donde mi vista abarcaba, atravesaba manzanas y manzanas de la ciudad madrileña.

Un vez dentro, nosotros fuimos afortunados, pues el estar desde el principio en la cola hizo que pudiéramos situarnos en una zona central que, a la postre, sería decisiva. Escuchamos primero a los teloneros, Steel Panther, desconocidos para mí. Desde luego, son un grupo, cuando menos, espectacular. Con su peculiar atuendo y un repertorio de obscenidades, tanto en sus canciones como en sus introducciones ("¿Alguna de vosotras quiere follar con nosotros esta noche?"), sus primeros diez minutos fueron entretenidos, pero después acabaron exasperando a gran parte del público.


Y por fin, sin mucha dilación, aparecieron, el plato fuerte, Scorpions. Empezaron con fuerza, con brío, con energía. Nada que reprochar. En sus algo más de dos horas de concierto, mi única sombra respecto a su concierto fue, sobre todo, el sonido. No por culpa del grupo, sino porque el Palacio Vistalegre no es el mejor lugar para acoger una cita audiovisual como un concierto. Como he dicho, nuestra posición central hizo que se escuchara todo medianamente bien, pero la gente de los flancos no estaba en la misma situación, llegando, algunos de ellos, a abandonar el recinto antes de la conclusión del concierto. Siempre recordaré, en este aspecto, el concierto de los Foo Fighters, en el Palacio de los Deportes, donde todo lo reseñado anteriormente fue perfecto, tanto la espera, como el audio, como una mayor capacidad de aforo.


Pasemos a las responsabilidades directas del grupo. Con una trayectoria de tantos y tantos años, discos y canciones a sus espaldas, hubiera sido una quimera que no se dejaran algún tema en el tintero. Pocos son los grupos que no lo hacen. Personalmente, a mí me faltaron, entre otras, pero especialmente, Someone like you y, sobre todo, You and I. Obviando esto, sus interpretaciones fueron impecables, en especial con Holiday, la eterna Still loving you y la emotiva Wind of change, para la cual intercalaron imágenes de la caída del Muro de Berlín.

Pues bien, ese es mi resumen del concierto de Scorpions, con cosas muy destacables y aprovechables, la despedida de unas auténticas leyendas del rock; pero por otro lado, algún que otro punto negro que casi emborronó la noche. Aun así, en mi caso no fue grave, y puedo darles un profundo "hasta siempre" y un "seguiré escuchándoos".